Un equipo de investigadoras y alumnas de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Iztapalapa desarrolla un filtro de bajo costo y fácil instalación a fin de remover metales presentes en el agua potable que se extrae en la alcaldía, los cuales pueden resultar muy nocivos para la salud de la gente.
En entrevista con La Jornada, Judith Cardoso Martínez, profesora-investigadora del Departamento de Física de esa casa de estudios, explicó que el proyecto que dirige junto con Norma Casiano, alumna de la maestría en energía y medio ambiente, busca remediar los efectos de la mala calidad del agua que llega a muchos hogares de la zona.
Al estudiar las razones por las que el líquido tiene una coloración marrón, además de mal olor, ambas especialistas descubrieron que los pozos que abastecen a esas colonias se encuentran a una profundidad cada vez mayor, donde el agua está en contacto con rocas y minerales que le dan un alto contenido de sales, en particular de hierro, manganeso y arsénico.
Esta última sustancia es tóxica, mientras el manganeso, aunque forma parte de los procesos bioquímicos del cuerpo humano, si se consume en exceso puede acumularse en órganos como el cerebro, donde probablemente genere en los niños problemas cognitivos, de memoria e hiperactividad, así como síndrome de Parkinson en adultos mayores.
Luego de señalar que la UAM colabora con el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía para detectar estos efectos nocivos, Cardoso agregó que otras causas de la gran presencia de sales minerales en el agua de Iztapalapa –además de bacterias afines– tiene que ver con el alto índice de corrosión de las tuberías.
Para solucionar este problema, la investigadora y la alumna de posgrado se dedicaron a diseñar un filtro económico cuya base serán materiales como arcilla, grava, carbón activo y zeolitas (minerales aluminosilicatos microporosos), a los cuales se les podría añadir cáscara de huevo, cloro de uso comercial y otros elementos que ayudarían a limpiar el líquido.
El objetivo de las creadoras del filtro –que tiene unos 50 centímetros de largo– es que el dispositivo sea utilizado a escala doméstica antes de que el agua entre a las cisternas y tinacos, pero también en las plantas purificadoras “que han proliferado de manera increíble en Iztapalapa, justo por el problema de la calidad del líquido”, pero que no siempre cumplen con las normas oficiales en la materia.
“Las purificadoras se surten del agua de la alcaldía, que entre 75 y 79 por ciento viene de los pozos de la zona, y el resto es del sistema Cutzamala, pero toda se mezcla después sin ningún otro tratamiento”, alertó Cardoso, quien destacó la importancia de que los habitantes de la alcaldía laven dos veces al año sus cisternas y tinacos para evitar riesgos en la salud.
FUENTE: jornada